Mi colega el rencor
Roma 2 de Noviembre de 2013
Condicionada la vida al rencor y a la memoria deformada y desvirtuada por los protagonistas, ni tan siquiera en la mayoría de as ocasiones conscientes de su “gran papel“.
Pasa el tiempo, transcurre la vida anclada en escollos que van enquistándose en el alma. Se recrea o se actúa pensando en la supuesta justicia, apelando a la terrena y a la divina, pero al final de esta carrera sólo se arrastra una inmensa cadena al cuello.
Tristeza, impotencia, rabia, desolación, parecen pagos livianos en pos de la reivindicación, y los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, años, lustros y décadas van estratificándose, desgarrando.
Alarmas y rejas que sostienen mi miedo
Quizá te encuentres como protegido y observando que tu vivienda está al seguro con unas resistentes rejas. Para reasegurarte un poco más, contratas, con cierta probabilidad renunciando a otras cosas, alarmas que te avisarán incluso estando de viaje en el extranjero. No obstante, todas estas medidas, y a pesar de ellas, no consigues librarte de esa inquietud e incertidumbre de que ‘lo tuyo’ pueda ser atacado por manos ajenas.
Estás sentado, hipotéticamente relajado en tu sillón, y observas con supuesta satisfacción que estás rodeado de verjas. Presuponemos que de forma similar se tiene que sentir un loro en su jaula, aunque al menos en las etapas iniciales, al abrir la puerta instintivamente lo primero que haces es huir. Cierto es que el hábito y la resignación lo domestica y lo convierte en estático ante la libertad.
El sueño americano
Realizando una traslación a nuestro entorno mediterráneo de esta difundida expresión que vaticinaba que con esfuerzo, ingenio y tesón podías pasar del camarote de los pobres y las ratas del Titanic al de super lujo de los señoritos de cortijo y raigambre, hace tan sólo unas décadas, se creía firmemente en esta país, “de zambomba y pandereta”, que efectivamente los descendientes de abnegados, sacrificados y humildes trabajadores podrían accediendo a estudios superiores llegar a la cumbre y tener una vida mucho mejor que la que ellos, progenitores habían padecido. Muchos de estos padres se empeñaron y obstinaron en que sus vástagos, tuvieran las condiciones o no, quisieran o no, se olvidaran del trabajo y de formaciones profesionales y que alcanzaran la supuesta preparación universitaria.
Quizás les resuene en la oreja las frecuentes conversaciones donde el tema central eran los estudios de la prole y los puestos que alcanzarían una vez obtenido el título, era muchas veces como que los padres vivían la existencia que ellos hubieran deseado para sí mismos a través de los hijos.
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