¿Si no hay celos no hay amor?

Sep 18, 2012   //   by Nuria Ros Cubel   //   Artículos  //  Sin comentarios
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¿Si no hay celos no hay amor?Valencia, 18/09/2012
Quizás usted se halle entre el grupo de personas que concuerda con el pensamiento que es inevitable que un sano amor va de la mano de los celos. Según relatos literarios, canciones, historias populares, personajes históricos famosos y no pocos referentes así parece.

Pero, ¿qué sucede cuando tanta manifestación de “amor” va acompañada de algo menos que una vigilancia policial plagada de desconfianza y tensión? Surge espontáneo el “por favor no me quieras tanto”. Poco a poco se va deteriorando la relación bajo la presión del sentimiento de estar errando, de no saber cómo comportarse para no molestar al otro, crece la inseguridad y como que se pierde el “el ser uno mismo”, o sea la identidad. El respeto mutuo se esfuma, y en vez de la valorización personal emerge la “cosificación”, o ser un objeto que se puede poseer y controlar y que está supuestamente para demostrar su amor a la otra persona que tiene que ser única e insustituible, al servicio de sus “delirios y paranoias”. La agresividad sea de tipo pasivo o activo no ronda lejana de estas relaciones y el malestar del entorno, que en la mayoría de las ocasiones observa, crítica por detrás, silencia y siempre que puede evita.

De otra parte no podemos obviar el tremendo sufrimiento que padece la persona celosa, la cual necesita tanto o más que la “perseguida” la asistencia psicológica. Es sumamente frecuente encontrar entre los celosos personas con baja autoestima, complejo de inferioridad aunque convenientemente mascarado con una firmeza, suficiencia y demostraciones no exentas de prepotencia. Por supuesto viene sostenida la posición de la persona celosa como la de manifestación del gran amor y la defensa del propio honor y de lo suyo.

Los celos, no sólo van dirigidos a las parejas, sino también a los amigos, a los hijos, a los compañeros, a los conocidos, aunque en algunas de estas categorías se junta con la envidia, no se sabe si esa que clasifica el vulgo como sana o de la enferma. Estas connotaciones higiénicas sobre la envidia son un poco irrisorias pero muy difundidas. Son difíciles de establecer en tantas ocasiones los lindes entre celos y envidia, y a veces caminan ambos de la mano, sintiendo habitualmente aquellos que los viven que la vida es muy injusta con ellos y que nadie se da cuenta de su inmensa valía y de su triste suerte. El primer problema que tienen es que ni ellos mismos creen auténticamente en su persona y en sus posibilidades, ni sitúan los propios límites, ni son conocedores de ellos mismos y de sus carencias y continuamente proyectan las culpas en los demás y en el entorno.

Como tristemente conocemos por los medios de difusión de masas, los celos y la frustración extrema puede llevar no sólo a la agresividad sino a la violencia, y aunque detrás de estas personas exista un lamentable bagaje de vida, igualmente no hay justificación. Es mucho más sano y necesario poner solución a los problemas en su inicio, haciéndose conscientes que necesitan ayuda, que el conflicto está en uno mismo y no en el mundo, vamos dejando el autoengaño, con el autoconocimiento y no deleitándose con los cantos y loes de los “demostrativos celos por amor”.

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